Hoy he ido al aeropuerto. Magnífica obra de ingeniería que deslumbra desde cualquiera de sus puntos hasta sus comas si las hubiera.
Las escaleras silenciosas llevaban a los viajeros y viandantes con inopinada indiferencia. Los camareros, los policías, el personal de diversos servicios, complacían con su trabajo efectivo pero a la par indiferente también. Los aviones remontaban el vuelo con velocidad suprema pero aparentemente lenta. Nadie se fijaba en nadie. Nadie reparaba en mi ni en nosotros. Nadie reparaba en mis lágrimas de despedida, tal vez porque a nadie le interesa ver a nadie llorar.
He llorado. Sí. He sufrido en mi recogimiento interior. Y estoy deseando volver para reirme y estar de nuevo feliz. Espero hacerlo dentro de seis meses.
Mi hijo regresa de un largo viaje entonces. Entonces las gentes, las cosas, los letreros, las escaleras y todo el aeropuerto se fijarán en mí. No me parecerán tan tristes como hoy. Mi desazón va a tener una tasa. Un límite. Mientras eso sucede me quedará el amor que le profeso.
Un abrazo muy grande hijo. Te esperaré feliz y anhelante. Me faltan tus besos. Ya nos queda menos para que el mundo y el aeropuerto entero nos sonrían y se fijen en nosotros. Te queremos.
!Ánimo Jose Pedro! Cubas es un buén pueblo y necesita seguír siendo guiado por otro buén piloto, y que mejor ejemplo que tu persona...
ResponderEliminarY... siguiendo con la metáfora del aeropuerto, no te preocupes por tu hijo, que volverá dentro de poco haciendo más grande el aeropuerto para abrir aún más puertas a los pasajeros de su vida.
Un amigo que te aprecia...